27 octubre 2009

Cuento para peinarse


Hace tiempo vivió un hombre con el pelo cano. Hacía cestas de mimbre y las vendía de pueblo en pueblo por poco dinero. Con el paso del tiempo, el hombre, harto de ir raspándole a la vida minutos de silencio, cambió de rumbo. Su vida era una anatomía que de repente no conocía. Los miembros eran de otros. Los impulsos que los movían también. No me permitiré una sola falta ortográfica, se decía, a pesar de todo. Ya ves tú, un hombre que hacía cestas de mimbre sin tildes ni comas. ¿Qué preocupaba en realidad a este hombre con el pelo cano? Fácil. Le preocupaba su falta de tiempo para el entrenamiento.


Ya no sé más de él. Pasó bastante inadvertido.